-
La sonrisa le calzaba tan bien.
Era como si encajara perfectamente en la comisura de sus labios.
-Gracias...- dijo.
Acariciaba suavemente la tapa del libro como si aquel estuviera gamuzado, sabía que era el regalo ideal, sus ojos se percataron del nuevo deleite.
La conozco tan bien.
Se que al agarrar un libro nuevo lo acerca a su rostro y lo huele, como si necesitara sentir aquel aroma que le hará compañía en sus ratos de serenidad.
Luego lo abre, hojea las páginas y sonríe.
La conozco tan bien, tan bien como ella a mi.
Se sentó frente a la ventana, reposó sus pies sobre aquel marco de madera y comenzó con el primero capítulo.
Extrañaba leer, y yo lo sabía.
Percibo sus necesidades, frecuento en sus opiniones, acoto en sus dudas.
Manejo su mente.
Se todo sobre ella.
Después de todo...
¿Quién conoce mejor a las personas que uno mismo?
Entonces regalarse algo no sería para nada difícil.
-