"El camión de tío Otto" (Stephen King)

-¿Qué piensas de ese camión, Quentin?
Lo inesperado de la pregunta provocó una respuesta sincera por mi parte.
-Cuando tenia cinco años me mojé los pantalones en la cabina de ese camión -dije-. Y creo
que si volviera a subir ahora, me los volvería a mojar.
Tío Otto se rió un buen rato. Yo me volví y le miré asombrado. No recordaba haberle oído
reír nunca, antes. Su risa terminó en un acceso de tos que le coloreó las mejillas. Luego me miró,
con ojos brillantes.
-Se está acercando, Quent.
-¿Qué, tío Otto? -pregunté.
Creí que había dado uno de sus desconcertantes saltos de un tema a otro, que a lo mejor
quería decir que se acercaba Navidad, o el Milenio, o el regreso de Cristo Rey.
Ese maldito camión -contestó, mirándome fijamente, de cerca, confidencial, de un modo que
no me gustó nada-. Cada año se va acercando más.
-¿De verdad? -pregunté cauteloso, pensando que aquella era una idea nueva y especialmente desagradable. Miré al «Cresswell», sentado al otro lado de la carretera, rodeado de heno y con las White Mountains en el fondo, y por un momento loco me pareció que estaba realmente más cerca. Después parpadeé y se esfumó la ilusión. El camión, naturalmente, estaba donde había estado siempre.
-Oh, sí -insistió-. Cada año se acerca un poco más.
-Vaya. A lo mejor necesitas gafas. Yo no veo ninguna diferencia, tío Otto.
-¡Claro que no puedes! ¿Tampoco puedes ver cómo se mueve la aguja de las horas en tu reloj de pulsera, verdad? Esa maldita cosa se mueve demasiado despacio para poder verla... a menos que la vigiles todo el tiempo. Exactamente como yo vigilo a ese camión -me guiñó el ojo y me estremecí.
-¿Y por qué iba a moverse? -pregunté.
-Porque va a venir por mi, por eso. Ese camión me tiene siempre presente. Cualquier día entrará por aquí, y todo terminará. Me aplastará como hizo con Mac, y será mi final.
Esto me llenó de pánico, su tono razonable fue lo que más asustó, creo. Y el modo en que
reaccionan los jóvenes habitualmente ante el miedo, era la broma, los chistes.
-Si tanto te preocupa, tío Otto, deberlas trasladarte a tu casa de la ciudad- le dije, y por la
forma en que le hablé nadie hubiera supuesto que tenia el espinazo erizado. Me miró, luego miró al camión al otro lado de la carretera:
-No puedo, Quentin -dijo-. A veces un hombre tiene que quedarse en su sitio y esperar a que le llegue.
-¿Esperar qué, tío Otto? -pregunté aunque ya suponía. que se refería al camión.
-Al Destino- y volvió a guiñarme el ojo... pero parecía muy asustado.